Se encontraron, se conocieron, se contaron fantasías, compartieron deseos, confesaron perversiones y
Se encontraron, se conocieron, se contaron fantasías, compartieron deseos, confesaron perversiones y se regalaron placer.Un día el recibió un mensaje: “hacía días que me rondaba la cabeza comprarme un juguete nuevo: un arnés. Acabo de recibir el paquete. Estoy loca con estrenarlo. Y más aún con estrenarlo con un hombre”.La contestación saltó a los pocos segundos: “Tráetelo a nuestra próxima cita”.Unos días más tarde, envueltos en el torbellino de besos, caricias, humedad y sexo que eran sus encuentros, él susurró “ponte tu arnés y fóllame”.La excitación de ambos se multiplicó. Ella buscó nerviosa en su bolso, lo sacó y lo ajustó a su cintura y a su sexo. Tomó un poco de lubricante y lo aplicó en esa entrada que tanto deseaba explorar. Lubricó el ano por fuera, luego lo penetró con un dedo y cuando lo notó relajado y preparado, con dos.Siguió aplicando el líquido por su nuevo y desafiante falo y acercó la punta a la entrada guiándolo con una mano mientras con la otra agarraba y comenzaba a masajear la verga de su amante.Ella empujó despacio. Un poco. Un poco más, hasta casi la mitad. Con un suave movimiento de cadera empezó a bombear y a avanzar más profundamente con cada nuevo vaivén. Lentamente al principio, pero conforme calambres de placer comenzaban a irradiar por el roce de su clítoris con el juguete, no pudo evitar acelerar y moverse más intensamente al penetrar ese culo que tanto le excitaba poseer.Ambos se emborracharon de placer. Ella con la escena y con todas las sensaciones que sus movimientos le provocaban. El sintiéndose penetrado y las oleadas de placer que arrancaban de su interior. Y ambos se corrieron, se vaciaron, se agotaron en un orgasmo de esos intensos que te dejan agotado pero con ganas de seguir explorando y disfrutando de todas las caras que tiene el sexo. -- source link